Infieles


Carta a un marido cornudo
Fuente: todorelatos.com (Editado)

Carlos:
Me pediste que te cuente todo lo que sucedió aquella noche, después de que perdiste el sentido. Sé que esta carta no va a ser agradable para vos, pero he decidido escribírtela, porque como sabés, siempre he necesitado serte sincera, en cualquier situación o circunstancia. También la escribo porque no me siento capaz de decirte frente a frente lo que sucedió con Lucas, espero me entiendas y me comprendas.
El sábado, como ya sabés, me llamaste al apartamento para invitarme a la fiesta de tu empresa y me pediste que me vistiera provocativa, esperabas desearme toda la noche para en casa hacerme el amor. Sabía muy bien que sólo deseabas mostrarme ante tus amigos, querías hacerlos desear. Yo como una tonta acepté, y haciendo caso a tu pedido me puse aquel corto vestido rojo que me regalaste, sin ropa interior. Decías que eso te calentaba mucho, y aunque siempre te lo negué eso me calienta a mí también: pasearme así entre tanta gente me hace humedecer, entre tantos hombres.
Todo transcurría normalmente, pero como pasa desde la secundaria, empezaste a beber demasiado. El alcohol te inspira confianza, y terminás siempre peleándote con alguien.

Mientras bailábamos comenzaste a echarme en cara haberte confesado que Lucas me había caído bien, justamente Lucas que es tu principal rival en la empresa. Y sí, cometí el error de habértelo dicho. Aunque trataba de arreglarlo de alguna manera, de hacerte olvidar aquél comentario, lo recordabas muy bien. Aunque te aseguré que nunca le tocaría un pelo, sin saberlo te mentí. Aún no puedo quitarme de la cabeza el hecho de que más tarde, totalmente borracho, te hubieras enojado con Lucas porque estaba bailando conmigo. Aunque trataba de disimularlo, me tenía muy apretadita. Y sí, reconozco que él me estaba tomando fuerte por la cintura. Pero te aseguro que no se sobrepasó, siempre fue muy educado. Insististe, lo invitaste a pelear y le tiraste una piña, él hábilmente te esquivó y te golpeó fuerte en la cara, dejándote inconsciente. Yo no sabía que hacer, estaba preocupada por vos aunque te lo hubieses buscado, aunque te lo merecías. Lucas, al ver que no reaccionabas me ofreció llevarte a un centro médico cercano para que te revisara un médico, yo acepte muy agradecida. Nos subimos a su auto, después de acostarte en el asiento trasero y partimos rumbo al hospital.

Bueno, sé que lo que te cuente a continuación no me lo perdonarás jamás pero como ya te dije anteriormente, tengo que decírtelo. Mientras íbamos para el hospital, Lucas me preguntó si realmente te veía muy mal. Le comenté que más allá de la sangre en tu boca, seguramente no reaccionabas por tu borrachera. Se disculpó por lo sucedido, se atribuyó la culpa del mal momento, y me confesó que no pudo evitar pegarse tanto al bailar -Tu vestido ajustado, y como se marcaba tú cola me volvían loco- me confesó. Yo me sentí muy halagada y atraída por él.
Sin soltar el volante posó una mano en mi rodilla, esperando mi reacción, no se si fue fruto del alcohol que había ingerido pero la verdad es que yo no me inmuté, e inconcientemente abrí mis piernas. Su mano siguió su camino entre mis muslos, se sorprendió al toparse directamente con mis vellos y no con mi ropa interior. Su dedo comenzó a recorrer de punta a punta mis labios mayores, entreteniéndose principalmente en la zona de mi botoncito del placer. Comprobó mi completa humedad, y trato de introducir un dedo en mi interior. Pero lo detuve.
–No, por favor. Esto no puede suceder.
Pero él con un movimiento hábil logro traspasar mi débil resistencia y en un instante lo tenía hurgando mi intimidad, haciéndome retorcer en el asiento.
-No te preocupes, solo quiero tocarte un poquito- me dijo.

Continuó manoseándome a su antojo, lo hizo por un buen rato. Yo sólo me dejaba, estaba más que excitada. De repente detuvo el manoseo, sacó su pene y comenzó a masturbarse, y me invitó a que lo imitara. Le obedecí, y comencé a frotarme la concha furiosamente sin dejar de mirar como su mano no dejaba de recorrer su verga, muy colorada y brillante.

¿Te acordás el día que fuimos a la pileta con Lucas?. Fue el verano pasado, ¿te acordás?. Bueno, nunca te lo dije pero ese día yo había notado lo grande que se le notaba el bulto bajo el short a tu compañero de trabajo, a tu principal enemigo. Y aquella noche en el auto lo confirmé, es más grande que el tuyo, más grueso, más cabezón y con las venas que se le marcan a lo largo. No quiero que te ofendas, pero la verdad es que ese si era un pene de macho.
Siguiendo con lo sucedido, Lucas me tomó por la cabeza y me inclinó sobre él, haciéndome mamársela. No tuvo que insistir, se lo aferré en mi mano y lo contemple por un instante, disfrutándolo con la mirada antes de metérmelo por completo en la boca. Lo lleve cerca de la garganta, cerré mi boca por completo abrazándolo por debajo con la lengua y poco a poco lo fui retirando, brillaba por mi saliva y restos de los fluidos de su excitación. Justo en ese momento tú hiciste un pequeño ronquido que me hizo incorporar, al observar que seguías durmiendo me volteé a seguir mamándosela.

Después de estar un buen rato tirada saboreando su verga, él tomó la iniciativa y apoyándose contra el respaldo comenzó a bombear en mi boca. Literalmente me cogía la boca con furia, mientras me manoseaba la teta izquierda que había logrado retirar de mi vestido. Mi concha comenzaba a pedir a gritos ser atendida, pero la mamada me tenía poseída. Así que no tuve más remedio que comenzar a masturbarme, introduciéndome dos dedos en mi intimidad llegó mi primer orgasmo.
Cuando Lucas no aguantó más las ganas de cogerme detuvo el auto bajo unas plantas, que tapaban la luz de la única luminaria de la cuadra. Echó su asiento hacia atrás golpeándote sin quererlo, tu entreabriste los ojos por un instante en la total inconciencia pero volviste a cerrarlos quedando nuevamente en un profundo sueño.

-Ya está, Lucas. Por favor -le dije– ya está, ya fue suficiente. Me da pena verlo así a Carlos -Le pedí, no muy convencida-.
-Solo un poquito, déjame penetrarte un poco –me pidió-. Te juro que no voy a acabar, solo quiero estar un rato dentro tuyo.
-¿Y si despierta? -pregunté-.
-Míralo, ¿Vos crees que va a despertar?. No se despertaría ni aunque se la metiera por el culo -me dijo-. Yo sonreí, y subiéndome el vestido me puse encima de él. Me iba sentando sobre su pene, mientras sobre su hombro te miraba compadeciéndote. Lucas me agarraba la cola a medida que me penetraba, apretando fuerte mis nalgas las separaba y dejaba libre el paso de una brisa por mi pequeño ano. La forma en que comenzó a cogerme no tenía nombre, me comía las dos tetas a medida que yo cabalgaba desesperada sobre su tranca. Me decía una y otra vez puta, me pedía que te mirara, que observara bien los cuernos que te estaban saliendo y que disfrutara de una vez por todas de un verdadero hombre. Y le hice caso, mientras él me cogía te observé, y sentí una extraño placer indescriptible. Lo siento Carlos, pero esa es la verdad. Me encantó que Lucas me cogiera a solo un metro tuyo, que me usara sin realmente importarle nada.
Al cabo de unos minutos de un verdadero goce cambiamos de posición, me puse de espaldas a él apoyando mi pecho en el volante. Sentía que los movimientos que producíamos te harían despertar, pero la verdad es que si lo hubieras hecho no me habría importado, estaba dispuesta a seguir hasta que acabáramos los dos. Lucas no dejaba de manosearme las tetas, pasando sus manos bajos mis brazos los apretujaba deliciosamente. Yo me recostaba sobre él, que aprovechaba a besarme el cuello. Después de unos minutos de penetración furiosa llegó mi orgasmo, entre gritos de placer me retorcía a medida que perdía ritmo. Me desmonté de Lucas rápidamente sentándome en mi asiento, y tirada sobre su falda comencé a mamársela hasta que llegó su orgasmo. Logré sacarla de mi boca justo en el momento en que empezaba a lanzar los primeros gotones de semen; los restos colgaban de mis labios, de mi pera, de mi pelo, del borde del asiento y algunas llegaron a manchar tu pantalón. Aún colorado, el glande relucía una mezcla de fluidos que me llamaban a limpiar. Su pene perdió volumen en mi boca, y recomponiéndome en mi asiento me limpié con mi pañuelo los restos de semen del rostro.

Luego de limpiarte el pantalón, le pedí a Lucas que nos alcanzara hasta el departamento. Al llegar te bajamos entre los dos, te dejamos en la habitación, nos dimos un apasionado beso y se retiró.

Esta es la verdad de lo que ocurrió aquella noche. La decisión que tomes luego de leer estas líneas, sea cual fuere, yo sabré respetarla. Recuerda que a pesar de todo te quiero, y yo no quiero que lo nuestro se acabe. Espero tu respuesta.

Te quiere, Mónica.


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