Infieles

Sentada en la mesa del comedor de su departamento de estudiante, Micaela Suárez transcribía en su cuadernillo de apuntes los resumenes hechos sobre la materia Introducción al Derecho. Pronunciaba cada frase en voz alta a medida que la pasaba al papel, buscando familiarizarse con los términos y conceptos importantes. Eran cerca de las once de la mañana, hacía tres horas que no se había despegado del estudio y sólo se tomaba algún descanzo para tomar un mate acompañado de alguna galletita dulce. Estaba muy concentrada en su labor cuando su celular comenzó a sonar. El sonido la tomó por sorpresa, el susto le tencionó los músculos del brazo y le hizo quebrar la mina de su lápiz contra el cuadernillo. Tomó el teléfono de la mesa, observó por el visor que se trataba de su madre y atendió la llamada.
-¡Hola má!
-¡Hola, hija!, ¿cómo estas? -preguntó Ana María, madre de Micaela.
-Bien, muy bien. Acá, estudiando un poco -la joven se levantó de su silla y se acercó a la pequeña ventana ubicada sobre la mesada de la cocina, comenzó a repasar con la mirada el paisaje mientrás hablaba con su madre. No observaba nada en particular, solo era un acto reflejo pasear la mirada por el paisaje urbano- ¿Y ustedes?
-Bien, todos muy bien. Tu papá fue a llevar a tu hermano al cumpleaños de un amigo, un compañero de colegio. Y yo como siempre, limpiando la casa.
-Mami, ¿lo haz visto a Fede?. Le he mandado algunos mensajes, pero no me contesta -Federico era el novio de Micaela, se habían conocido en el colegio secundario y desde el segundo año se mantenían en pareja.
-Ah, si. Fede pasó a tomar mates ayer a la tarde, me dijo que no tenía crédito y que hoy le cargaban. También me preguntó si venías este fin de semana largo, y le dije que no sabía nada.
-No, má. Este fin de semana quiero quedarme para aprovechar a adelantar un poco, justamente hoy me levanté temprano para eso.
-Ahhh, bueno. ¿Así que te quedas?
-Sí.
-¿Mañana vas a estar en el departamento, a la tarde? -consultó su madre.
-Sí, ¿por?
-¿Y se queda algunas de tus amigas a dormir?
-No, ¿por qué?
-Mirá, hija. Ignacio, tu primo, va mañana para allá porque necesita...
-¡¿Ignacio?! -interrumpió Micaela. Hacía poco más de dos años no tenía contactos con él, desde la última vez que estuvieron juntos se juró a si misma no volver a verlo, por prudencia para con su relación con Federico. Había cumplido su promesa durante dos años, pero las circunstancias la estaban invitando nuevamente al encuentro.
-Sí. Los padres lo convencieron para que estudie, y parece que mañana va a ir para hacer todas las consultas a la facultad. Según me dijo Carlos, desde que dejó el laburo no hace más que comer y dormir. Pensé que te volvías, la idea era que le dejés las llaves para que se quede a pasar la noche en el departamento, y él las trae cuando se vuelve. Por lo que me comentó, estaría volviendo el sábado al mediodía.
-Bueno, má. No hay ningún drama. Que venga, aunque no me vaya este fin de semana puedo armarle el colchón en el comedor y que se quede el tiempo que necesite.
-¿No te molesta?
-No, no, para nada.
-¿En serio no te jode?
-No, má. Te lo juro.
-Mañana en la tarde estaría llegando a Bahía, dijo que viajaba en El Expreso. Esperalo con algo para comer. Tenete algo preparado.
-Sí, má. No te preocupes.
Después de despedirse de su madre y colgar, volvió a acomodarse en la silla. Intentó volver a meterse en sus estudios, pero a pesar de que se esforzaba no podía concentrarse en lo que estaba haciendo. Escribía sobre la hoja sin pensar en las ideas y ya ni siquiera pronunciaba en voz alta cada frase. Abandonó los libros pasado el mediodía, limpió la mesa y se puso a cocinar tratando de alguna manera de poder dejar de pensar por un momento en la noticia de la visita de su primo.
Al terminar el almuerzo y acomodar un poco la cocina intentó volver al estudio, pero el sueño no le permitió concentrarse y prefirió recostarse un rato. Aquella tarde, después de la siesta, se la pasó encerrada en el departamento estudiando y haciendose unas pausas para limpiar un poco. Durante la noche del día siguiente llegaría Ignacio, y a pesar de que no había más que un poco de desorden se dedicó a lavar pisos, repasar el baño y limpiar los vidrios. Entre las tareas y la limpieza, la tarde se le pasó volando. No salió del departamento en todo el día, sólo entrada la noche se cruzó al mercado de enfrente para comprar unas verduras para la cena. Después de comer y hablar con sus madre, lavó su plato y se fue a acostar.

Sentía una sensación extraña aquella mañana, similar a las sensaciones que le producía tener que rendir algún examen. Una mezcla de nerviosismo, excitación e impaciencia. Se entró a bañar temprano, se cambió y se fue a la cocina para armar el mismo escenario del día anterior. Preparó el mate para acompañar sus estudios, y pasadas las nueve de la mañana ya estaba sentada pasando las hojas que le quedaban de la materia que estaba preparando. Continuó sin descanzo hasta la hora del almuerzo, una rutina que se repetía día tras día. A la tarde, estudió hasta cerca de las seis y después partió hacia el supermercado para hacer las compras para la cena. No faltaron las cervezas, y pasó por la heladería porque deseaba agasajarlo con algo de postre.
El tiempo se le pasó volando, tardó más de lo pensado y llegó apurada para ponerse a cocinar, quería tener lista la cena unos minutos antes de que él llegara. Después de poner algunas papas en el horno, abandonó la cocina y se fue hacia la habitación, había olvidado hacerle la cama. Antes de ingresar, se quedó pensativa apoyada en el marco de la puerta. Observaba el colchón apoyado contra la pared junto a su mesa de luz, imaginando que excusa poner para armarlo junto a su cama. Se estaba olvidando de su relación y de la promesa que se había hecho, se sentía juguetona y sabía que él no tendría ningún tipo de problema en dormir junto a ella, seguramente sonreiría recordando viejos tiempos al ver las camas pegadas.

Ignacio estaba sentado en el comedor de la casa de sus padres, con su mochila y una bolsa de ropa junto a la puerta esperaba que llegara la combi de la empresa de transportes "El Expreso" a buscarlo. Había encendido el televisor para distraerse un poco, miraba su reloj impaciente cuando no se dejaba absorver por algún programa de televisión.
Durmió profundamente durante todo el viaje, la calefacción fuerte y el cansancio lo dejaron rendido a los pocos minutos de salir de su casa. A pesar de que tenía una cierta idea del aspecto del lugar donde vivía su prima, no se enteró que había llegado hasta que el chofer de la empresa de transporte abrió la puerta del vehículo y pronunció su nombre. Sintió el cambio brusco de temperatura al deshender, pagó el viaje y se quedó parado en la vereda. Con la mochila y la bolsa entre las piernas, observaba la edificación buscando el alguna ventana el rostro de Micaela. Tres edificios de dos pisos, totalmente iguales y ubicados uno junto al otro, todos sobre la calle San Juan.
El chirriar de las hamburguesas sobre la sartén no la dejaron escuchar el automóvil de la empresa estacionar, pero el sonido de la caída de un mensaje en su celular le reveló la llegada de Ignacio. Aunque no reconoció el número, imaginó que era él quién le escribía.
<2923424657> En q edificio estas?
Se dirigió hacia la ventana, corrió la cortina y lo vio allí, buscandola con mirada. Salió del departamento corriendo a toda prisa, pasó el pasillo principal y salió afuera, a su encuentro. Se abrazaron y se saludaron con un beso en la mejilla, sonrientes y mirandose a los ojos. Mientrás pasaban el sendero de material para ingresar al edificio comenzaron a charlar.
-¿Cómo estuvo el viaje? -consultó Micaela.
-Bien, tranqui.
-Dame, que te llevo las cosas -le indicó al ingresar al departamento. Mientras él se sacaba la campera y la colgaba del respaldar de una silla, ella se perdió por el pasillo que comunicaba el comedor con su habitación. Dejó la bolsa y la mochila sobre la cama armada en el piso, y volvió rápido para terminar de cocinar y poner la mesa.
-¿Te ayudo en algo? -pregunto él.
-Bueno, dale. Andá poniendote los platos, esto ya casi está -mientrás le indicaba donde estaban los cubiertos, los platos y los vasos, comenzaron a charlar sobre sus vidas y su visita por Bahía Blanca. Cuando Micaela estaba por terminar, Ignacio ya había puesto los cubiertos y se ofrecía para ayudarla en lo que necesitara, a su prima le vinieron a la mente pedidos que no se animó a formular.

Se quedaron de sobremesa después de la cena, y mientrás su prima luchaba con tratar de servir el helado que se había endurecido en el freezer, Ignacio no podía dejar de mirar el bambolear de sus tetas bajo las ropas. Lo hacía disimuladamente, cuando veía los ojos de ella fuera de su mirada y concetrados en el postre. Después de comer el helado, y cuando ya no encontraban temas de que charlar, Ignacio se paró de la silla y comenzó a juntar los platos.

-No te preocupes, yo lavo -Micaela saltó inmediatamente.
Ignacio no insistió y despues de alcanzar todo hasta la mesada, se quedó parado junto a ella, apoyado en el respaldar de una silla. Pidió permiso de usar el baño y comenzó a prepararse para irse a dormir. Micaela lavó los platos y limpió la cocina a toda velocidad, él estaba deseoso de irse a la cama y ella estaba deseosa de acompañarlo. Aún no encontraba las excusas que justificaran porque había decidido colocar las camas en la misma habitación, una al lado de la otra, pero sabía que algo se le ocurriría.

-Perdón. ¿Yo dónde duermo? -preguntó Ignacio, al salir del baño.
Micaela tuvo vergüenza de responder, ante la consulta se dirigió hacia la habitación pidiéndole que la siga y se detuvo junto al colchón.
-Te armé la cama acá, en el piso. Es que... -hizo una pausa leve y prosiguió- ...es que el calefactor de allá lo bajo a la noche, y por la puerta entra mucho frío. Espero que no te moleste.
-No, no. Para nada.
Se quedaron congelados unos segundos, mirándose sin decir una palabra. Ambos sabían que lo pasado no se había olvidado, y se veía en sus ojos una cierta complicidad. Pero ninguno de los dos insinuó absolutamente nada, sólo se observaron por un instante casi imperceptible. Ignacio aprovechaba las distracciones para observarla, y en toda la noche no había podido dejar de admirar las tetas de Micaela bambolear libres bajo sus ropas. Micaela en cambio, le llamaba la atención el gran cambio que había tenido Ignacio, estaba más alto y había perdido su cara de niño. Sin dudas los dos habían crecido, Micaela hacía unos meses había cumplido los dieciocho años e Ignacio tenía tan sólo dieciseis cuando habían dejado de verse. Ahora, dos años más tarde, podían apreciar los cambios que el tiempo les había deparado.
Después de ese instante de análisis mutuo, Micaela se estiró y tomó el pijama de abajo de la almohada de su cama, se dirigió al ropero y de uno de los cajones sacó algo que rápidamente ocultó entre las prendas que llevaba en la mano.
-Vos andá acostandote. Yo ya vengo -le indicó. Salió de la habitación a toda prisa, se metió en el baño y cerró la puerta. Se sacó la ropa dentro, quedando tan sólo con una pequeña bombacha a rayas de colores y unas gruesas medias azules. Después de sacarse la bombacha, buscó y se puso la prenda que había ocultado entre las telas del pijama: una pequeña tanga roja que reservaba para su novio, al menos hasta esa noche. Se movía a toda prisa, sus grandes pechos bamboleaban al ritmo de sus movimientos mientrás haciendo equilibrio pasaba una a una sus piernas por los elásticos de la diminuta prenda. Encima se puso el pijama, el pantalón ocultaba su diminuta ropa interior y el buzo le tapaba el torso y abrigaba sus pechos.
Apagó la luz del baño y salió volando para la pieza, pasó la puerta en puntas de piés a toda marcha pero se detuvo a un metro del colchón, al ver a su primo profundamente dormido. Con el cuerpo apoyado sobre su espalda, tapado hasta por debajo del mentón, descanzaba desde hacía unos pocos minutos. No podía entender cómo en el rato que lo dejó solo, tuvo el tiempo suficiente para desvestirse, acostarse y dormirse. Desde la cena lo había notado muy cansado, pero no quería aceptar quedarse con las ganas, algo tenía que hacer. Saltó a su cama simulando tropezar con el colchón donde él dormía, buscando despertarlo de alguna manera. Ignacio sólo atinó a girar un poco el cuerpo, quedando de lado y de espaldas a la cama de Micaela. "No puede ser, carajo. Despertate." murmuró ella. Después de esperar unos segundos y viendo que Ignacio no daba señales, apagó la luz y se acostó desilucionada, con bronca. Quería tomarlo de un brazo, sacudirlo con fuerza y despertarlo gritándole al oído, pero se contuvo. Estaba muy excitada aquella noche, aunque hacia tiempo tenía ganas de coger con él se sentía con el autoestima suficientemente alto para no despertarlo y terminar quedando como una desesperada. A pesar de que se lo autocensuraba, sentía que necesitaba una pija entre las piernas, que tenía una calentura que le había subido a la cabeza y que hacía mucho tiempo que deseaba verlo.
Sentía entre las piernas una picazón insoportable, un pedido desesperado de contacto, de penetración. Acostada boca abajo metió una mano por debajo de su cuerpo levantandolo levemente y la apoyó sobre la vulva, cubriéndola con la palma por encima del pantalón del pijama. Aún sobre la ropa comenzó una caricia leve, pasando el dedo mayor por entre sus labios y deteniendose en la zona del clítoris, donde refregaba con énfasis. Luego, se cacheteaba por encima de las telas en modo de juego y tratando de alguna manera de calmar el deseo. Después de jugar un rato por encima, pasó la mano bajo el pijama y la tanga, donde siguió tocándose desesperadamente. Pasaba la yema del dedo por entre medio de los labios mayores, bajaba y volvía a subir hasta llegar a rozar el ano. Poco a poco comenzó a sumar más dedos, a generar más fricción. Su cuerpo se retorcía sobre el colchón lentamente aún lejos del orgasmo. Con la respiración levemente agitada se movía en la oscuridad sin abandonar la posición, boca abajo levantaba la cola a medida que seguía refregándose por encima sin penetrarse, a pesar de que su avaricia sexual iba en aumento. Cuando no pudo contenerse más enterró dos dedos en su interior, ingresaron fácilmente ayudados por una humedad algo vizcosa. Enseguida comenzó a penetrarse con ellos desesperada, los metía y sacaba con rapidez durante unos cuantos minutos y cada tanto refregaba su concha por afuera dejando el brillo de su propia humedad, y terminando de vuelta en el calor de su vagina.
A medida que se acercaba al climax se refregaba con más ganas, retorcía su espalda del goce que su propia mano le brindaba. La oscuridad le permetía masturbarse a sus anchas, aunque no debía emitir sonido alguno. A pesar de que la razón no la dejaba gemir escandalosamente y despertar a su primo, sus deseos le pedían lo contrario. Al mismo tiempo que su otra mano se aferraba a la teta izquierda y estrujaba el pezón, dos dedos de su mano derecha enterrados en su interior la entregaban a un orgasmo violento; había llegado al climax. Sacudía su cuerpo en cada espasmo, sus gemidos los ahogaba mordiendo la almohada mientrás los dedos iban perdiendo ritmo dentro de la vagina. Dejó caer su cuerpo sobre el colchón lentamente, sacó la mano de la bombacha y se limpió los dedos en las sábanas. Sus músculos se relajaron después de la tensión, su corazón perdió ritmo lentamente y sus ojos comenzaron a cerrarse. En pocos minutos quedó profundamente dormida.

El vibrar del teléfono celular contra la mesa de luz la despertó. Era un mensaje tardío de su madre, preguntando si Ignacio ya había llegado al departamento. La poca luz que se filtraba por las endijas de la ventana chocaba en las paredes blancas, dejando que una leve penumbra iluminara la habitación. Micaela se levantó, se sentó al borde de la cama y se quedó allí, observando a Ignacio dormir profundamente. Después de observarlo un rato y haciendo un poco de fiaca, se levantó y esquivando el colchón donde él dormía se dirigió hacia el baño. Una vez adentro se sacó el pijama y la tanga roja, reguló el agua y se entró a bañar.
Después de lavarse la cabeza, se enjabonó completamente y al momento de enjuagarse sintió un ruido que la hizo observar hacia la puerta. Parado junto al inodoro, Ignacio la filmaba sonriente mientrás acariciaba su paquete por encima del slip. Con los pelos parados, una camiseta blanca, un par de medias grises y un slip amarillo, el joven tomaba las imágenes de su prima duchándose. A pesar del atrevimiento de él, Micaela no buscó taparse y siguiendo el juego corrió las cortinas de la ducha dejandole el cuerpo totalmente a la vista. En busca de provocarlo, comenzó a pasar sus manos por los pechos formando circulos alrededor de los pezones mientrás observaba a la cámara y tiraba besos. Se mimaba, sonreía y se mordía la punta del dedo buscando excitarlo. Su mano bajaba, acariciaba su abdomen mientrás seguía en descenso hasta jugar con los pelos de su vientre, luego volvía a subir hasta entretenerse nuevamente con sus pechos. Los levantaba y los dejaba caer ante la vista atónita de Ignacio, pellizcaba los pezones y llevandoselos a la boca los mordisqueaba. Mientrás seguía con su juego no podía quitarle de encima los ojos al bulto que demostraba su primo, podía desde la ducha adivinar la posición en que se encontraba el pene bajo la tela del slip amarillo que llevaba puesto. Disfrutaba esa visión: Ignacio filmaba concentrado y sonriente. Cada tanto pasaba una mano sobre su paquete, abrazandolo con la palma y recorriendolo en toda su extensión.
Cerró las llaves del agua sin apuros, tomó un toallón que colgaba del caño que sostenía la cortina y después de salir con cuidado de la ducha comenzó a secarse. Se secaba los pechos observando cada tanto hacia la cámara, hacía poses provocativas mientrás recorría con el toallón diferentes partes de su cuerpo. Envolvió su pelo con él y con el cuerpo desnudo se dirigió hasta Ignacio, el joven dejó la camara sobre la mochila del inodoro y se sacó la camiseta, quedando tan sólo con el slip y las medias puestas. Se miraban a los ojos con deseo, Micaela acercó un beso que esquivó la boca y le plantó en la mejilla. Después del beso, sus rostros se mantuvieron pegados unos instantes en una caricia tierna, mientrás una mano de Micaela comenzaba a acariciar el miembro de su primo a través de la tela de la ropa interior. Ignacio permanecía inmovil mientrás su prima manoteaba su pija con muchas ganas, desde la base la iba apretando para sentir la dureza, la temperatura y el grosor. La largó por un instante no muy convencida, se alejó de él pero sin apartar la vista de aquél bulto.
Se arrodilló lentamente, haciendo todo con mucha paciencia. Se agarraba al cuerpo de él a medida que bajaba, pero sin dejar en ningún momento de observarle la verga abrazada por el ajustado slip. Después de apoyar ambas manos en sus piernas y subir por ellas, se agarró del elástico de aquella ropa interior y tiró sin apartar los ojos del miembro. La verga salió expulsada con fuerza, dio poco más de medio giro y volvió para quedar apuntandola a la cara. Micaela acercó los labios, cerró los ojos y le plantó un beso en la punta, con la ternura de un beso primerizo de una adolescente. Luego, abrió la boca y la dejó entrar hasta el fondo, hasta que la punta comenzó a molestarle en la garganta. La abrazó con la boca cerca de la base y comenzó a chuparla, abrazandola con los labios y apoyando la lengua por debajo. A medida que el miembro entraba y salía de su boca, con la mano abrazandola junto a la base comenzó a masturbarlo. Su propia saliva dejaba brillante el tronco, y su mano llevaba y traía ese brillo por el resto de la pija. Chupó y ganó ritmo con el miembro dentro, lo sacaba para recorrerlo por los costados con los labios mojados, desde la base hasta la punta. Lo levantaba, lo apoyaba contra el vientre y se dedicaba a chupetear la parte inferior de aquella verga, le pasaba la lengua como si se tratara de un helado y luego volvía a meterselo en la boca. Jugaba con él, lo disfrutaba ante la vista de Ignacio, que respiraba agitadamente en el silencio de aquél baño. Micaela lo observaba cada tanto, y le sonreía con cara de viciosa.
Con la mano que le quedaba libre comenzó a brindarse placer, al igual que la noche anterior se metió dos dedos furiosamente. Los estímulos habían sido demasiados y su lubricación era abundante. Se masturbaba sin dejar la pija por un instante, solo la retiraba para observarla a la distancia o pasarsela por los labios, como si se tratara de un gran lapiz labial. Ignacio disfrutaba el espectáculo, ver a su prima mamar tan desesperadamente lo calentaban mucho y lo demostraba en su erección. Su pija brillante, colorada y complemente parada desaparecía en la boca de Micaela, mientrás la mano de ella lo masturbaba furiosamente llevándolo lentamente al orgasmo, la otra la usaba para brindarse placer metiendo y sacando furiosamente tres dedos del interior de su vagina. De pronto, la aceleración de la respiración de Ignacio, los movimientos impacientes de sus manos, el contraer de sus gluteos y unos leves espasmos le dieron a su prima la certeza de que estaba cerca del orgasmo. Se sacó la pija de la boca y apuró la paja que le estaba haciendo, a medida que esperaba la eyaculación comenzó a pasarse la punta del miembro alrededor de la boca. Pronto, de la punta del glande comenzaron a salir borbotones de semen que comenzaron bañandole la boca, las comisuras y la pera. Se fregaba la pija sobre los labios, se los pasaba por ellos formando puentes de semen que resbalaban hacia la pera y caían al piso. Al mismo tiempo que recibía la lefa de su primo, el cuerpo de la joven comenzó a combulcionar y sus gemidos se convirtieron en gritos, gritos que trató inutilmente de callar. Su cuerpo se sacudió en un orgasmo violento, quedando exhausta todavía de rodillas y con la cabeza tirada hacia atrás, mientrás Ignacio le golpeaba el rostro con la pija salpicandola de los restos de semen que aún quedaban. Micaela recibía los golpes sobre los labios y la punta de la nariz, cuando podía cazaba la pija en su boca y chupaba el glande.
Después de que se recupero, se levantó del piso y girando sobre sus pies caminó hasta el lavamanos, dejó correr el agua caliente y se limpió los restos de lefa que le habían quedado desparramados por la boca y el rostro. Ignacio terminó de desvestirse y se metió en la ducha, sin decir una palabra de lo ocurrido y mientrás su prima se retiraba del baño. Micaela se vistió en su habitación tranquilamente, y una vez que estuvo lista se dirigió hacia la cocina para poner el agua sobre el fuego y preparar el desayuno.
Los jóvenes se fueron del departamento pasadas las ocho de la mañana, caminaron una cuadra y se despidieron hasta el mediodía con un beso en la mejilla. Micaela salió en dirección a la universidad, mientrás Ignacio partió hacia el centro en dirección a la facultad privada donde tenía pensado estudiar. A pesar de que ninguno de los dos dijo nada, ambos no podían dejar de pensar en lo que había ocurrido aquella mañana.


Micaela fue la última en retirarse del aula, salió del edificio a toda prisa y dobló en la esquina en dirección a el monoblock. Entró al departamento, dejó sus cosas sobre una silla del comedor y salió para al baño apurada. Antes de sentarse sobre el inodoro vio su filmadora apoyada en la mochila, al instante le vino a la mente los recuerdos de la mamada que durante la mañana le había practicado a Ignacio. La agarró inmediatamente y se pudo a mirar, deseaba ver que cosas habían quedado registradas en la memoria: Ignacio filmaba su pene flacido sobre la tela del slip amarillo, bajándoselo con la mano que le quedaba libre comenzó a masturbarse rápidamente. Parecía estar en la habitación... -a medida que adelantaba, Micaela seguía mirando las escenas pasar a toda velocidad- ...vio a Ignacio acomodar su miembro erecto bajo el slip hacia un costado y entrar al baño, donde la cola de ella asomaba por un costado de la cortina de la ducha. Por unos minutos se duchó sin pecatarse que Ignacio la estaba filmando... -siguió adelantando, esta vez a mayor velocidad y pronto descubrió que la mamada también había quedado grabada. La camara un tanto torcida, apoyada sobre la mochila del inodoro registraba como ella chupaba la pija de su primo. Mientrás su boca iba y venía con la verga dentro, la imagen se puso en negro y el icono de bateria baja comenzó a titilar en el centro de la pantalla, hasta que la filmadora emitió unos sonidos extraños y se apagó. Micaela quedó pensativa, con la filmadora apoyada sobre la falda trataba de recordar escenas de aquella mañana. Pronto el sonido de su celular la sacó de la concentración, cayeron dos mensajes que leyó inmediatamente imaginando que se trataba de Ignacio.
<2923424657> Mica, me estoy yendo en "El Expreso". Perdona q no t avice antes pero es que recien termino los trámites de ingreso y hasta el lunes no tengo que vol
<2923424657> ver. Seguramente te voy a tener q molestar unos días más, hasta q consiga lugar. Muchas gracias x todo, cuidate¡¡ Ignacio.
Se le dibujó en el rostro una sonrisa, se imaginó viviendo unos días con su primo y supo inmediatamente que la mamada de aquella mañana se volvería a repetir. Para la próxima vez pensaba volver a ponerse la tanga, armar las camas juntas, no dejarlo domirse y disfrutar lo que más extrañaba de él: una buena cogida.


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