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Llegaste a tu nueva ciudad, a tu nuevo hogar y conociste el que sería tu barrio por un buen tiempo. Allí nadie te conocía, nadie sabía nada de tí y tampoco les interesabas demasiado. Eras totalmente libre de manejarte como deseabas y no tenías la necesidad de darle explicaciones a nadie. La primer mujer que llegaste a seducir la llevaste a la cama y marcó el comienzo de todo, de una intensa maratón sexual. Una a una amantes de ocasión fueron cayendo, haciéndote gozar del sexo a pleno. Disfrutaste entre sábanas la libertad de vivir solo, de no tener que rendirle cuentas a nadie y de no preocuparte por lo que terceros puedan pensar. Tus vecinos fueron los únicos testigos, siendo ocasionales oyentes de los suspiros, los gemidos y los gritos de placer que con habilidad les robabas. Te invitamos a contarnos como fueron aquellos momentos, en que entre mates, estudios y amigos alternabas con frecuencia amantes de ocasión, ladronas que hábilmente te robaban suspiros de placer.