Infieles

El uniforme, la escuela, el sexo y el celular

Fuente: weblogs.clarin.com/apariencias/
Los chicos de Paraná que en un baño de una estación de servicio se lanzaron a una sesión de sexo adolescente fueron castigados con 24 amonestaciones y media por la escuela a la que asistían.

¿El motivo?
Ella vestía el uniforme escolar y eso fue visible en la filmación que él realizó mientras todo ardía entre ambos. Él distribuyó la película que corrió como oro en polvo, entre tantos imberbes voyeurs alucinados ante el mejor espectáculo posible para ellos y para tantos.

Es curioso el castigo. El sexo joven no se castiga ya, aunque conserva un halo de pecado, Y por eso se concibió deshonrado al uniforme.

¿Pero sí ella y él hubieran estados desnudos por ejemplo? Entonces, según la lógica escolar no debería haber habido castigo.

¿Qué es lo que se condena amonestando al chico y a la chica?
¿La difusión del video?
Presuntamente sí. Es la exposición pública el problema.
Los amonestaron por asociar sin velos la escuela a su lujuria iniciática. Y por practicar todo además en un espacio tan poco santo como el baño de una estación de servicio.
Y ahora, deberán tomar clases de educación sexual. No parecerían necesitarlas, al menos en algunos aspectos relevantes.
La cuestión es el celular. La reproducción visual, virtual, sonora y grupal, de situaciones clandestinas, urgentes y por eso fascinantes y memorables.
Tal vez lo más excitante brote de esa antigua paradójica erótica: exhibir la clandestinidad. Porque no es nueva. Lo oculto de la sexualidad se vivifica aún más para muchos cuando una ventana se abre sobre lo que se practica en secreto a sabiendas de los que lo practican.
Y eso, ¿por qué se castiga?
Se dirá que porque presuntamente ella no estuvo de acuerdo con la difusión. En ese caso, la reprobación moral debiera haber sido para él, y no para ambos.

¿Pero, además, no es eso una cuestión a dirimir entre la joven y su amigo?
En todo caso, el uniforme escolar, sede de tantas fantasías ya trilladas, se volvió la imagen de una realidad compartida. Y si el porno no transmite ficción sino realidad, magnetiza aún más. Mucho más. Y para una escuela, eso ya es demasiado.

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