Infieles

Amor acelerado

Fuente: puntomujer.emol.com
¿Qué tan bueno puede ser para una relación el dejarse llevar por las pasiones y al poco tiempo irse a convivir o incluso casarse? Dos terapeutas dan sus consejos y explican el papel del enamoramiento en tan rápidas acciones amorosas.

Apenas tres meses duró el matrimonio de Pamela Anderson con el productor Rick Salomon. Ambos se habían conocido en septiembre del año 2007 y al mes siguiente, durante una pausa en el show de magia en el que la ex Baywatch participaba, se juraron amor eterno en una ceremonia de 90 minutos.

Pero dos meses después, la Corte Superior de Los Angeles declaró inválida la unión por “fraude”, antes las peticiones de Anderson y Salomon por separarse. Algo muy parecido a lo que vivieron Kenita Larraín y Marcelo 'Chino' Ríos que pololearon cinco meses y duraron un poco más de 4 casados.

Fácil viene y fácil se va. La típica frase parece cobrar vida entre los fugaces e intensos romances de algunas parejas, que de manera poco usual, se dejan llevar por el ímpetu del amor y viven en el transcurso de un año, a veces un par de meses, el auge y caída de una relación.

Pero, el irse a toda marcha, ¿se trata de algo realmente perjudicial para una relación o es sólo una mala jugada que el destino tenía preparada a personas como Britney Spears y su ex Kevin Federline, Drew Barrymore y Jeremy Thomas y, en la escena local, a Kenita Larraín, casada a los 5 meses de comenzar a salir con Marcelo Ríos, del que se separó también cinco meses después?

“Cuando hay mucho entusiasmo y rapidez por vivir juntos, por el afán cortoplacista que generalmente hay en la gente de querer rápidamente concretar algunos estados, no me parece que tenga un buen pronóstico”, asegura la psicóloga y terapeuta de parejas Ximena Gac.

Si bien ella asegura que los tiempos para una mejor preparación de una pareja para dar el gran salto a la convivencia, depende de cada persona, estima que “de ninguna manera podría ser en menos de un año”.

“Por lo que he visto, se reduce un poco el fracaso cuando las personas se van a vivir después de dos años (de pololeo)”, comenta por su parte la psicóloga de la Universidad Católica y terapeuta familiar Any Hutter.

“Durante ese período puedo ver al otro enojado, molesto, criticando, ver si es demasiado dominante, sumiso; ver cómo la persona va reaccionando frente a la vida, algo que en un mes o dos semanas no se ve”.

En un abrir y cerrar de ojos

Ocho segundos y dos milisegundos se demora un hombre en enamorarse, más o menos lo que se demoraría en sacar un encendedor de su bolsillo y ofrecerle fuego a una mujer.

Según un estudio dado a conocer este año en la revista "Archives of Sexual Behavior", ese es el tiempo estimado –un par de pestañeos- en el que ellos tardan en sentir un flechazo.
Y es precisamente este estado, el enamoramiento, el que parece desencadenar los impulsos que aprietan el acelerador en una relación y, a veces, no con los resultados esperados.

“El concepto del enamoramiento no es lo mismo que el amor; hace que las personas se confundan, que proyecten en el otro lo que creen que les falta y crean que están ante el amor de su vida”, comenta Hutter.

Tal como lo explica la psicóloga, los defectos desaparecen en esta etapa. “Percibes quizás que algo no está resultando, pero te haces el loco, o piensas que el amor lo va a cambiar (...) Pero eso no es solamente poco probable, sino que es imposible”, explica.

Porque no toda crisis es mala

“El tiempo es el mejor aliado”, dice Hutter, quien, al igual que Gac, mencionan las etapas de crisis como un factor trascendental para conocer a la pareja y sacudirse las nubes de la cabeza para regresar los pies a la tierra.

“El lado B de las personas sólo se conoce a través del tiempo”, dice Gac, quien agrega que es importante racionalizar que la pareja no es el príncipe o la princesa azul, sino que también tiene defectos.

“Cuando somos capaces de tolerar al otro con sus miserias, y sus características no son tan lindas, sabemos que estamos superando la etapa del enamoramiento”, para pasar a lo que llamamos amor.

En palabras de Hutter, esto sería “ver al otro en su totalidad y no intentar cambiarlo a imagen y semejanza de uno, ser capaz de tolerar los defectos, de apoyar al otro aunque no se esté muy de acuerdo con todo”.

”El amor es una cosa que tiene más que ver con la estabilidad, no con los pajaritos en la cabeza, con los sentimientos estables y aceptadores, en que la persona no tiene que sacrificar todo por estar con el otro”, explica.

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